Otro trocito de pastel de queso

El otro día hablábamos Albert y yo sobre la sociedad de la evasión versus la sociedad de la realidad. Y es que nadie quiere saber nada de la realidad y, cómo decirlo, a mí cada vez me sensibiliza más. Pagamos por ver a nuestros ídolos pero poca gente se manifiesta por cosas importantes. Y me incluyo. Vamos tan cansados, tan 'blasted', como rezaba el título de aquella terrible obra de teatro de Sarah Kane, que nos apetece más drogarnos de la manera que sea. Ficción, arte, música, fotografía, conversaciones sentimentales o puro silencio zen, pero que nadie nos contamine más con la realidad adversa, con la crudeza de lo que nos envuelve, de lo que queda abajo y a los lados del mapamundi. A los lados de nuestra portería, de nuestra calle, de nuestra ciudad.
Y esa sensación de impotencia que a veces provoca rabia y rencor y que no sabemos cómo vehicular.
Siempre que me planteo totalidades inabarcables de este tipo llego a la conclusión simple de que lo mejor que puedo hacer es pensar que formo parte de una gran red y que tratando bien mi entorno contribuyo a algo universal. Puede que sea estúpido, pero ahora mismo, justo antes de meterme en el metro para ir a trabajar, con el cielo amenazando lluvia y este calor interrupto sudoroso que me embadurna yo diría que es lo mejor que se me ocurre proponer.
Voy a comerme otro trocito de pastel de queso.