THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

jueves, 9 de abril de 2009

La cuestión, reflexión 'in progress'


La cuestión es que el ser humano como colectivo no está preparado para la felicidad; para el equilibrio y la paz que es lo que yo entiendo por felicidad. Si lo estuviera no necesitaría guerras, asesinatos, torturas, sometimientos, violaciones y demás degradaciones a las que somete a sus semejantes. Resulta curioso observar cómo el impulso superviviente lucha contra el impulso autodestructivo. De momento, gana el superviviente. O lo que es lo mismo, el bien relativo. Porque el bien es un concepto moral así como el mal. Pero si se quiere despojar el asunto de sus connotaciones morales no tenemos más que acercarnos a conceptos como supervivencia y autodestrucción. Y sí, en el camino de la supervivencia se utiliza la destrucción. No se necesitaría una supervivencia si el ser humano no se tuviera que imponer al entorno y a sus propios instintos autodestructivos y a los de sus semejantes que, por una razón o por otra, intentan imponer sus modelos vitales, de sociedad y/o religiosos. En ambas valoraciones, la crueldad está presente, por desgracia.
La aspiración última del ser humano, aparte de la supervivencia en la forma en que se consiga mantener la esencia humana, habría de ser el equilibrio, la paz entre los seres humanos, la felicidad, en fin.
Sin embargo mientras haya proselitismo, impere la voluntad de sometimiento tanto ideológica y/o física, esa felicidad que torpemente trato de describir se hace difícil de vislumbrar. ¿Quiere esto decir que todo el mundo es libre de hacer lo que le de la gana? No. Quiere decir que puede pensar lo que le de la gana, pero hacer no, en el hacer debe haber unas leyes básicas que imperen en el orden que guarde esa felicidad, ese equilibrio y esa paz. ¿La felicidad puede implicar monotonía, repetición y aburrimiento? Puede, pero las personas somos capaces de poner sobre la mesa la inventiva, el ocio, el entretenimiento, la lucha pacífica.
El campo de la ficción puede reservarse para el campo del pensamiento. El campo de lo que entendemos por realidad y que por una razón extraña parecemos coincidir todos y todas en cuanto a que nos relacionamos con el entorno a través del reconocimiento en palabras diferentes pero equivalentes debiera pertenecer al ámbito de los hechos, hechos que preserven la vida, el respeto y la comprensión y destierren la autodestrucción, la maldad (entendida como destrucción, aniquilamiento y/o autodestrucción), la violación de la dignidad de la persona en cualquier supuesto y la tortura. El campo de la realidad, ese en el que sentimos dolor, alegría, amor y otros sentimientos que nos erigen como personas, guarda relación con el campo de los hechos. Si queremos preservar un equilibrio, el respeto hacia la vida y el respeto a la discrepancia de pensamiento debiera prevalecer, ser natural. Cuando hablo de destrucción y/o autodestrucción me refiero a la responsabilidad colectiva en cuanto que somos y nos relacionamos como sociedades, no a las decisiones que atañen al individuo y que no ponen en riesgo la supervivencia del ser humano, del colectivo, de la sociedad en la que nos agrupamos.
Y creo firmemente que hacemos lo que podemos, pero también creo firmemente que podemos hacer más, crear más, ser más, divertirnos más y así eludir las tentaciones que todo ser humano tiene en cuanto a destrucción, autodestrucción y/o aniquilamiento.
Otro día hablamos del amor, que no se me olvida que es uno de los grandes motores de la vida humana.

1 comentario:

opusprima dijo...

Seguir el imperativo categórico o el Leviatán. Desde luego no hay otro modelo de ciudadano.