THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

sábado, 18 de julio de 2009

La mujer, la redención, el amor


No sé mucho de resurrecciones aunque crea en ellas. De redención no he pasado del primer curso y eso que me he esforzado lo mío. Y de mujeres, cuando pienso que me conozco resulta que me sorprendo a mi misma con golpes escondidos. Sin embargo, el hombre género, aquel que ha querido y ha sabido o no amar a las mujeres y lo ha intentado expresar de una forma u otra, sí que ha visto en la mujer lo mismo que yo: la redención es mujer. Beatriz lleva de la mano a Dante por el último episodio de ese gran libro que sigue a la espera. Y es que yo no soy, ni mucho menos, Borges, que creo que se sabía ‘La divina comedia’ de memoria. ¡Qué prodigio Borges!
Situémonos. Hoy inaugura el Festival de Peralada la obra ‘La comedia infernal’ del artista estadounidense John Malkovich y a raíz de esto ‘El País’ (conste que suelo mirarme más diarios pero éste es el de cabecera, que cada uno saque a pasear sus prejuicios como mejor le parezca) le hacía una entrevista. La obra trata de un psicópata llamado Jack Unterweger. Un tipo austríaco que fue corresponsal en los EEUU para una periódico de su país durante una temporada. Austria, ese país que ha dado grandes nombres Jelinek o Bernhard, por citar dos que conozco. ¡Austria, donde el horror en Europa se ha destapado desde sus sótanos en los últimos tiempos! ¿Alguien sabe si Austria a día de hoy ha condenado el nazismo y ha expiado sus culpas, su Hitler? Bien pues el angelito de Unterweger fue condenado a muerte en 1990 pero gracias a las súlplicas y movimientos de intelectuales de izquierda quedó en libertad y cuando salió volvió a matar a mujeres, como era de esperar de alguien enfermo o malo, ya no sé qué pensar.
En ‘La comedia infernal’ Malkovich cada día retoca cosas del texto y lo enriquece y lo adapta al sitio donde la representa en la medida de lo posible. Admiro profundamente a este tipo iconoclasta, intelectual y gran actor. Pero lo que llama la atención es esta reflexión en mitad de la entrevista: ‘Si matas gente, las mujeres escriben cartas, quieren casarse contigo. Quizás piensan que los pueden cambiar, que pueden salvarlos. Conozco a varias mujeres que se divorciaron porque sus esposos eran demasiado buenos, amables. Me parece raro, no tengo respuesta’. Yo tampoco. Y es que no somos santas y a lo mejor pretendemos serlo. Qui lo sa.
Con todo este batiburrillo inmediatamente no puedo evitar ver cómo los hombres que llegaron a Edipo pero no se arrancaron los ojos y siguieron viendo y tuvieron la generosidad de explicarlo anunciaron a la mujer redentora, que no la santa. Miren si no las películas de Clint Eastwood, sin ir más lejos la ausencia siempre presente de la mujer de ese pistolero asesino llamado William Munny que comienza la peli en una cuadra de cerdos rodeado de mierda. Una mujer que es el amor, la justicia, la razón y el arrepentimiento verdadero. Y es que la mujer en el western merecería un estudio aparte. Es uno de los pocos géneros donde los estereotipos de mujer varían y ocupan un lugar, a mi modo de ver, más natural que machista. La mujer existe y se presenta, no sólo se representa como muñequita de porcelana o dona angelicatta o manipuladora o todas esas cosas de consabido tópico. Y en la literatura no citaré a otro que al maestro Dostoievski cuyas mujeres son siempre fuente de fe y amor a la humanidad. Esto no lo digo yo que apenas me he leído ‘Crimen y castigo’, y digo apenas, porque me negué a ver el castigo terrible del pobre Raskólnikov que luego resultó redención, lo dice mi amigo filósofo Gavidia que se lo ha leído casi todo y en una de nuestras estupendas conversaciones dedujimos la afirmación que acabo de hacer, lo interesante, lo profundo, lo celestial casi de la mujer en Dowstoieski. Si alguien puede aportar más datos que no se corte, aquí abrimos página de negro sobre blanco y de color si hace falta. Nos da igual ser daltónicos por momentos y saber que somos buenas, malas y lo que nos toque ser pero siempre respondiendo a nuestra esencia.
Volviendo al tema. Incluso a los más fachas las mujeres consiguen salvarlos con su amor. ¡Ojo, sigo hablando de ficción! ¿Recuerdan ‘Centauros del desierto’? Ese amor expresado a través de planos de miradas entre cuñado y cuñada, ese John Wayne (léase Vaine, como lo conocí yo al principio de todo, cuando tenía poco menos de seis años y mi madre y yo aún creíamos que Yon Vaine y Yon Ford eran actores) racista y xenófobo que no duda en matar si le tocan los cojones, que va a buscar a su sobrina que ya sabe que no es blanca sino india (Natalie Wood en uno de sus primeros papeles) o ese protagonista reciente de ‘Gran Torino’ (de nuevo Clint, disculpen la adoración), más facha que el copón, amante de las armas y la venganza, y que a través de la familia asiática que le ha adoptado desde una cultura que le recuerda su horror en el combate de la guerra de Corea comprende cómo es de grande la vida y el amor, el verdadero amor. Y comprende a todas las mujeres en ese acto final. Cualquiera que haya visto el final comprenderá de lo que estoy hablando.
Como piensa el pobre desquiciado de Raskólnikov mientras recorre esas calles desoladas de Moscú: ¡Vivir, como quiera que fuese, pero vivir! Aunque haya veces que te entren ganas de decir aquello de William Munny de Qui és l’amo d’aquesta cort de porcs? (¿Quién es el dueño de esta cuadra de cerdos?) y empezar a matar malos mequetrefes y miserables por doquier.

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