martes, 5 de enero de 2010
El potus de reyes
Ignoro cómo se pierde un calcetín o cómo aparece siempre una pila desorientada en cualquier rincón de casa. Rara vez encuentro monedas de más de cincuenta céntimos. Alguna vez un billete de 5 o 10 euros en un bolsillo de pantalón mal revisado. Las casas tienen sus propias reglas. La mía es tan rara como la de cualquiera.
Luego están los libros que siempre pienso que debería ordenar. Me fío de mi instinto. Por colores o por libros circundantes. Eso sí, el teatro y la poesía los tengo en las mismas estanterías. Aunque también es verdad que a veces aparece un Lope de Vega o un José Hierro en mitad de la marabunta general, perdido, con la cara larga del vagabundo obligado. Pero con lo que cuesta levantarse, con lo que cuesta últimamente cerrar la luz para dormir, todo va precipitado en la rueda hacia el libre albedrío.
Encapotado está el cielo y el suelo de la terraza mojado. Mira, así se riegan las plantas. Eso sí, he conseguido mantener hermoso el potus de dentro. Todo esto por las vacaciones raras en las que estamos. Sigo trabajando pero mentalmente es como si no lo hiciera. Son de estos engaños clamorosos que ejerce una misma y que aunque sabe de ellos no puede evitar sus efectos.
Y yo lo mido todo por el potus. Si el potus está verde y sin hojas muertas, todo va bien. Lo miro y está verde y solo tiene una hoja amarilla que voy a quitar ahora mismo.
Esta noche es una de las noches mágicas del año.
Habrá que aprovecharla.
Acabo de regar el potus, me ha hecho sentir tan bien.
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