Imposturas que cansan

Está claro que llevar el peso del mundo sobre nuestras espaldas no nos convierte en superhéroes. Me cansa el discurso de que mi mundo esclaviza y extermina a otros mundos para que yo pueda ver la tele, comprar en el Corte Inglés y jugar con la Wii mientras mi tarjeta de crédito acumula números rojos. Me cansa la pose ‘progre’ que da por supuesto mi culpabilidad en el engranaje de los niños soldado y luego se encara con todo el mundo a la primera de cambio. Me cansan los agoreros que pronostican el fin del mundo y la condición miserable del mundo. Me cansan los eternos depresivos que son incapaces de hacer nada para salir de su propia basura consolándose a solas con el mal del mundo. Y así puedo seguir hasta el erupto después de empacharme con mil imposturas de salón que me sacan de mis casillas.
Puedo llegar a estar de acuerdo en una condición miserable innata del hombre pero también estoy de acuerdo en su grandeza y su bondad, todo depende del individuo. Para verlo no hay más que leer una trilogía que debería ser obligatoria a partir de cierta edad, porque no habla del holocausto, habla del ser humano. Hablo de la trilogía de Primo Levi, ‘Si esto es un hombre’, ‘La tregua’ y ‘Los hundidos y los salvados’. Puedo llegar a estar de acuerdo que el ser humano se dirige a la extinción, pero también pienso que los científicos encontrarán antes una salida para que nuestra memoria, para que esas cosas que nos hacen admirarnos y tener fe en nosotros mismos, sobrevivan a pesar del tiempo y a pesar de nuestra desaparición. Hablo, por ejemplo, de la inteligencia artificial.
Tal vez esto ya sea sólo un sueño de un androide en donde, nosotros, los últimos, vivimos a contrarreloj lo que ya hemos destruido con nuestra avaricia y sinrazón, pero yo amo la vida, a pesar de las miserias, de los ríos de excrementos y de la angustia vital que sin duda todos llevamos dentro. Y creo en mí y en los que como yo cada mañana se enfrentan, como pueden, al largo día.