Hoy es uno de esos días

Hoy es uno de esos días en que no te puedes despistar. El sol parece cosa de espejismos, de nuevo la terraza mojada devuelve un hálito gris a la esperanza depositada en la meteorología, ciencia errática y a menudo inestable. El otro día escuchaba que hay gente que hace zapping para ir viendo todos los partes metereológicos porque es lo que más les interesa de las noticias. Y es que incide en nuestro estado de ánimo de manera determinante. Soy mediterránea, me sienta mal el frío, la nieve y el cielo tupido de nubes, a mí lo que me va es el sol, si fuera islandesa o sueca estaría más acostumbrada y si fuera londinense estaría internada en una clínica por depresión, sin duda tanta niebla y lluvia me afectaría irremediablemente. Quiero decir, si ya te has criado allí has tenido tiempo de acostumbrarte, ya se sabe que el ser humano es una animal que se adapta y sobrevive en circunstancias adversas, pero si tienes que vivir allí después de saber qué es el sol, todo puede precipitarse. No quiero ni pensarlo.
Hoy es uno de esos días en que, cual Onetti o Proust, una se pasaría el día metida en la cama, no sé yo si escribiendo grandes páginas para la historia de la literatura, me temo que no, pero sí sobreviviendo a la inclemencia de un mundo que desde su decorado se muestra hostil. Y quién sabe si la función de una cama confortable y acogedora no daría pie a frases imborrables y a pensamientos y sueños alentadores de nuevas formas de conocimiento. Las cosas no se saben hasta que se prueban, la experimentación es un grado.
Hoy es uno de esos días en que la poesía se hace imprescindible. Versos como maná a un pueblo, el humano, perdido en guerras, disputas, violencia y demás confrontaciones estériles. No es que la poesía contenga soluciones, pero gracias a su iluminación nos hermana en nuestra irreductible humanidad.