sábado, 24 de abril de 2010
El sol sale por donde quiere
El sol sale por donde quiere porque tiene patria potestad sobre sí mismo. Y si no la tiene lo parece tanto que es como si la tuviera. Pero últimamente anda perezoso. Puede que hasta deprimido. Nos mira desde allá arriba y dice, ay, qué pesados, otra vez esperándome. Y es que el sol no tiene ningún afán de protagonismo, sólo de servicio. Pero no se puede comprar, nosotros no somos sus clientes. Hemos inventado los rayos uva para ponernos morenos y también para mejorar el tono del cuerpo en aquellos lugares donde el sol ya hace tiempo que se niega a salir. Jolín, que el sol sólo es el sol, no es Dios. Vale que los egipcios, que eran los más listos de la antigüedad le llamaran Ra y le hicieran los honores, pero eso es sólo porque los egipcios eran seres que sólo creían lo que veían, mira sino cómo construían sus grandes obras: a base de trabajar y trabajar, pero no ellos, que ya digo, eran listos, sino los esclavos que recolectaban de las diferentes guerras en las que se dignaban a intervenir.
El sol es tan viejo que cada mañana cuando se levanta se pregunta cuánto tiempo le queda de vida sin esperanza de que se le acabe. Claro, tiene tanta energía. Nos mira desde arriba pensando, y estos pobres estúpidos siempre andan pretendiendo la inmortalidad, si supieran lo cansado que es renunciarían ahora mismo a sueños tan grandilocuentes como estúpidos. Y es que el hombre es muy estúpido, en eso tiene toda la razón.
A veces se cabrea y escupe un poco parte de su superficie, pero es tan educado que el esputo es pequeño y procura siempre dirigirlo hacia lugares alejados de la tierra. A mí me preocupa un poco, la verdad. Porque el tipo está tan viejito y tan exhausto, que un día va a escupir mal y nos va a hacer mucho daño a su pesar. Y si el gapo nos alcanza, será peor que esas bombitas nucleares por las que andan tan reñidos oriente y occidente. ¿Os dais cuenta de lo estúpidos que somos?
Ahora bien, lo que más echa de menos el sol es no poderse casar con su enamorada y engendrar los vástagos que hereden sus funciones y pueda él retirarse a sus aposentos eternos. Vive un infierno -nunca mejor dicho- porque ama a la luna desde tiempos inmemoriales y ella también lo ama, pero es más discreta, tanto que a veces desaparece en la noche y no la vemos, son los días en que se deprime un poco, pero hay que respetar su silencio, cada uno sufre a su manera. Hay días en que se ven más de cerca, los otros sólo se sueñan. En parte es por eso que el amor les ha durado tantos milenios, porque no se ven ni viven juntos. Porque habría que verlos conviviendo, tan opuestos, el uno al lado del otro. Ya sólo en la cama, los días de verano, seguro que la luna lo echaba al sofá. De todos es sabido que la temperatura de los seres masculinos es mucho más alta que la de los seres femeninos, imaginaos la temperatura que puede tener el sol por ser masculino y por ser sol, una brasa. O en invierno, échate pa’llá, que tienes los pies como un carámbano, le diría el sol envuelto en el edredón a la luna, siempre destemplada. En el fondo, así, deseándose en la distancia, están mejor, mucho más compenetrados.
Hoy parece que el sol está todavía lacio después de unos días escondido en su cueva. Pero ya va llegando la época en que la esperanza lo inunda y el amor lo llena de gozo. Son los días en que se pone más pesado con su amor por la luna. Porque si una cosa tiene el sol es que de realista nada de nada. Son los días en que cree que todo es posible. Así que aprovechémoslos y enviémosle a la luna telegramas con su amor porque cuando se pone pesado hay lugares de esta tierra que apenas tienen noche, y es que cuando sueña despierto es un poco invasivo.
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