THE LESBIAN SISTERS

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Fotos de Eugenia Gusmerini

sábado, 17 de marzo de 2012

Diminutos, pequeños, medianos y grandes encuentros felices en los últimos días



El SGAE volvió a insistir con su extracto referente a mi productividad en dinero durante todo el año 2011 y me llega una carta con el total de 18,45€. Diminuto pero feliz encuentro con mi rentabilidad teatral que ya no produce cero -como en la anterior y absurda comunicación- sino casi veinte euracos que, apretando, me dan para un par o tres desayunos baratos, un par de periódicos con 'Babelia' -es que me da una pena que desaparezcan los diarios de papel- y tal vez una o dos infusiones de poleo menta pero en mi barrio, no en la Plaça Francesc Macià, por decir algo, y cuatro quesitos frescos de la marca Condis, Mercadona (lleva seis y tengo que valorar si me llega) o Consum, centros en los que acostumbro a comprar alimentos.
En una de esas mañanas sonámbulas, no recuerdo cual, veo a Guardiola anunciando que deja el Barça. Desasosegante imagen. Pero luego, en un diario caducado, encuentro un artículo estupendo de John Carlin esgrimiendo las razones por las cuales este entrenador del noumodernisme futbolístico, no debe abandonar el banquillo del F.C Barcelona pues, cual estrella de cualquier otro firmamento o disciplina, se debe a la felicidad ajena. El mundo con Guardiola como entrenador de este Barça es más feliz. Muchas zonas deprimidas del planeta casi hacen alto el fuego -como pronosticó ya en su día el gran Gila- para sentarse todos juntos, amigos y enemigos, a disfrutar de un buen partido.
Durante la semana, siguiendo con esta corriente de felicidad, asisto al estupendo estreno de la nueva obra de LA CUBANA (lacubana.es), 'Campanades de boda' y, una vez más, aplaudo entusiásticamente a aquellos y aquellas que desde su arte procuran que todos tengamos unas buenas raciones de contento, alegría, risa y felicidad. El montaje paralelo al propio espectáculo la noche del estreno es extraordinario, desfilan de un lado a otro caras conocidas de todos los espectros de la sociedad civil catalana y hasta veo algunas caras foráneas, from Madrid, que han estado a mi disposición con el mando a distancia. El regreso de la gran actriz Mont Plans -la hemos visto igual de maravillosa en comedia como en drama- a la compañía dirigida por Jordi Milán es otra de las felicidades del encuentro artístico entre público y esta ya clásica compañía catalana. Así que si queréis una buena dosis de felicidad, acudid al Tívoli de Barcelona en la calle Casp. El público asistente al estreno no solo aplaudió a rabiar -y los públicos de estrenos en esta ciudad suelen ser rácanos, aviso- sino que se puso en pie de inmediato mientras el elenco saludaba y, generosos, aplaudían a su vez. No explico más porque hay que ir al teatro a disfrutar de esta oportunidad de felicidad.
Otra felicidad es el encuentro con el gran poeta Alberto Caeiro, el 'maestro' de Fernando Pessoa, su heteronónimo panteísta que alaba a la naturaleza como dios supremo del mismo modo que vierte sentencias de pensamiento. Y me doy cuenta, hablando con mi amiga Eva Hibernia (evahibernia.blogspot.com), que Caeiro es seguramente el precursor del pensapoamiento, composición poética que una servidora creía a bien haber 'inventado'. Ilusa que es una. Pessoa, al igual que otros grandes autores, como Kafka, se siente poseído por una fuerza mediumnica que le lleva a escribir 36 poemas de 'El guardador de rebaños' en la noche del 8 de marzo de 1914 para después encontrar su propia voz y escribir de corrido los seis poemas de 'Lluvia oblicua'. Asímismo, Franz Kafka, otro gran insomne que esperaba con ansia la noche para ser él mismo, escribe 'La condena' del 22 al 23 de septiembre de 1912. Reencuentros con los grandes astros de la literatura, su vida y obra siempre son de exquisita felicidad para una aspirante a hacedora. 
Paralelamente, entre la escritura matinal de mis sueños, las piezas bárbaras que me asaltan en cualquier lugar y que gracias a mi libreta pequeña negra conservo, mis gestiones, internas y externas, ando acabando de leer un libro estupendo de Patricia Highsmith titulado 'Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga', que como todos los grandes y generosos libros de aquellos y aquellas escritoras que tienen a bien explicar su experiencia con la palabra y la página en blanco, es un libro que trasciende al género de suspense y que habla, en definitiva, de cómo escribir una buena novela. Y es éste otro encuentro feliz de los últimos días compartido en la misma conversación matinal con la amiga Hibernia.
Los otros, los desencuentros con la realidad; dícese eterna crisis, dícese medidas para la superación de la crisis, dícese corrupción arriba y abajo y de lado a lado, dícese hombres y mujeres buscando en los contenedores de basura, dícese copago en la sanidad, dícese reforma laboral a la baja en derechos confiando en la bondad de los empresarios, dícese familias desalojadas de sus casas, dícese infames indemnizaciones a los ejecutivos de los bancos, dícese masacres en Siria, dícese hambruna radical en el Chad y otras zonas africanas, dícese comercio sexual en Tailandia y demás paraísos para pedófilos y abusadores sin alma, dícese tantas y tantas cosas, son desencuentros de los que no puedo hablar porque mi alma también se cansa de la tristeza y, como explico hoy, precisa de raciones de felicidad fugaz, que es la mejor.
Pero ya sabéis, haced de estos párrafos un uso relativo, fiaros de vuestra conciencia o de aquellas voces que os resulten faros en la oscuridad, mi opinión es solo una más en las ciénagas de los exploradores de la palabra, el espíritu, la experiencia y la imaginación. De todos modos, afortunada yo que cada día me amanece y es tanta tanta la diminuta felicidad que siento cuando abro los ojos y veo que sigo viva y en buenas condiciones de salud, que lo celebro en esta preprimavera que tanto me gusta.
Y para acabar, compartir unos versos: Seamos sencillos y serenos, / como los regatos y los árboles, / y Dios nos amará haciéndonos / bellos como los árboles y los regatos, / y nos dará flores en su primavera, / y un río adonde ir cuando acabemos..., poema VI de 'El guardador de rebaños', de Alberto Caeiro. 

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