De todo hace mucho tiempo ya. Y además
empieza a no importar. Como si el peso de los sueños no cumplidos
fuera solo una bruma que despejo sin contemplaciones cada mañana al
despertar y ponerme el café con leche.
Ya no me enamoro de una
mirada ni escribo en las cafeterías versos románticos.
Los sábados y los domingos ya no compro el periódico ni busco a mis
articulistas preferidos para ver qué nuevas ideas se les han
ocurrido en sus habitaciones propias.
Sí, de todo hace mucho tiempo
ya y hoy me lo confirman mis ganas de romper papeles viejos. Me tropiezo con dos ejemplares de Babelia que guardaba en una de las
cajas del garaje que ahora hay que vaciar. Cortázar inédito y Mayo
del 68 son las portadas. Cortázar ya estaba muerto y de Mayo del 68
solo quedaba el mito que ahora muchos y muchas luchan por recuperar
en las calles de otras ciudades, en otro tiempo, con otras
aspiraciones, con igual juventud.
Confieso que nunca quise hacer la
revolución. Cualquier palabra que convoque a la sangre me marea. Mi
única aspiración fue la literatura, la fama y los poemas eternos
que un día iban a sobrevivirme. Unos poemas que eran carne de mi
carne y error de mi error. Experiencia hecha verso. Del cual al peor
pero tan vividos, tan vívidos, tan míos...
Aquella juventud en la que soñé con
ser artista y vivía la vida con tanta ceguera, porque solo la ceguera
generaba las dosis de intensidad necesarias para sentirse protagonista de la vida.
Hubo varias juventudes y no todas
iguales, pero todas tuvieron el mismo denominador común: ya vendrían los
tiempos en que los sueños se harían realidad. Esos tiempos han
pasado y con ellos se han instalado nuevos poemas, nuevas obras y la
realidad del día a día que es entender que madurar es divisar el
horizonte de la tercera y última etapa y decir sí, hacia ti voy,
dame serenidad y te daré mis pasos, es la única verdad que se erige en medio de los restos de la travesía.
Hace un rato rompiendo papeles con
pensapoamientos de todos mis tiempos, direcciones y teléfonos de
tertulias políticas del pasado con partidos desaparecidos o
fagocitados por los tiempos modernos, cuentos que no acabé jamás y
una novela mal escrita de cuyo título no quiero acordarme, me daba
cuenta de que me da igual si todo comienza
mañana, que esto es corto, muy corto y que quizás tanto esfuerzo y
tanta poética solo sirvieron para pasar el rato. Y sin embargo,
viví, sentí, me reí y quizás vuelva a hacerlo pero ya será desde
la consciencia que da el saber del valor del tiempo.
De todo hace tanto tiempo ya que no solo soy otra sino que no me acuerdo demasiado bien de quién era aquella chica joven que leía cuentos y creía en el futuro como un territorio paradisíaco en el que el destino vertería su elixir.
Qué ternura, por Dios.
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